Maravilloso fútbol argentino. Extraordinario e incomparable fútbol argentino, capaz de evitar una injusticia con un resultado sorprendente. Capaz de desoír las preferencias de la lógica. Con todos sus defectos a cuestas, repleto de desórdenes estructurales, el fútbol argentino despliega en la cancha clases de competitividad que desafían todo tipo de tendencias. Nadie puede asegurar que un partido tendrá el resultado que la mayoría supone.
Se gastaron montones de textos marcando las ventajas que tendrían los equipos que ejercerían las localías. En los cuartos de final, todos los locales fueron eliminados.
¿Quién puede asegurar que Independiente es favorito para ganarle a Huracán esta tarde? ¿O que San Lorenzo se deshará mañana de Platense por jugar en el Nuevo Gasómetro?
El fútbol argentino es impredecible. El Boca de los millones hace tres años que no da pie con bola. El River de las estrellas pierde con el humilde Platense, que debió ganar antes de los penales. Justamente esos penales maquillaron un papelón histórico de Yael Falcón Pérez, el árbitro, llamativamente errático en el Monumental.
El fútbol argentino es así. El San Lorenzo de las inhibiciones y casi acéfalo, es uno de los candidatos a campeón. Miguelito todo lo sabe.
El fútbol argentino es impredecible
A Huracán le sacaron medio equipo del torneo pasado, en el que fue protagonista, y Kudelka lo volvió a armar. Sin nombres rimbombantes, pero eligiendo minuciosamente. Por juego, es de los mejores, a pesar de que la organización de la Liga Profesional lo maltrató programándole partidos muy seguidos. El Globo, con la lengua afuera, está en semifinales después de eliminar al poderoso Central en el casi inexpugnable bastión de Arroyito.
Antes de arrancar los cuartos de final, Central, Boca, Argentinos y River eran los candidatos a cruzarse en semifinales. No quedó ninguno.
Hasta allí llegaron un muy buen Independiente, el trajinado Huracán, el atribulado San Lorenzo con una crisis institucional tremenda y el humilde Platense, el mismo que hace dos años sorprendió a todos alcanzando la final frente a Central.
El formato del torneo tiene parte de responsabilidad. Las definiciones a un partido emparejan fuerzas y a medida que pasan los minutos ubican a casi todos en las mismas condiciones, más allá de las diferencias que puedan notarse antes de arrancar. El gran ejemplo de esto fue, por supuesto, River-Platense. A medida que transcurrían los minutos, el equipo de Gallardo empequeñecía sus pretensiones víctima de un manojo de nervios y Platense agrandaba su figura y se hacía fuerte a pesar de que todo su plantel no vale un par de contratos de los millonarios.
En Francia, evalúan por estos días implementar sistema de playoffs para que los campeonatos, envueltos en una crisis severa por las enormes diferencias que saca PSG, sean más atractivos y mucho más remunerativos.
Pasa en casi todos los grandes torneos de Europa, salvo en Italia.
El fútbol argentino es así: difícil de comprender, pero exageradamente competitivo.
Como decía una publicidad de botines de los 70, con el Ratón Ayala (favor de googlear) como protagonista: “En Europa no se consiguen”.