En el marco del lanzamiento de la nueva edición de la colecta anual de Cáritas que tendrá lugar el próximo fin de semana, el vicepresidente de la entidad en Rosario, el padre Fabián Monte, señaló que la demanda por la asistencia social “aumentó entre un 40 a 50 por ciento” al menos en los últimos 2 o 3 años. El sacerdote evaluó que, más allá de que bajó la inflación, se nota una “caída del poder adquisitivo” y eso se traduce en que ahora “jubilados y personas con empleo” vayan a pedir un bolsón de mercaderías.

Monte apuntó, en un mano a mano con Rosario3, que, si bien se nota una sensación distinta en materia de seguridad aunque no es “la panacea”, los niveles de adicciones a las drogas y la presencia de las bandas se mantienen, incluso ocupando los lugares que deja el Estado.

–Se viene una nueva edición de la colecta anual de Cáritas el 7 y 8 de este mes.

–Como cada segundo fin de semana de junio se hace la colecta anual de Cáritas en todo el país. Es la única vez en el año que pedimos la colaboración monetaria más allá que hay gente que siempre dona, el único fin de semana del año dedicado a solventar la estructura y la ayuda de Cáritas como campaña nacional.

–¿Cuáles son los objetivos para este año?

–Planificamos el año al principio y, te soy sincero, había mucha incertidumbre y desánimo. Tenemos que llevar esperanza empezando por los voluntarios de las parroquias y de cada lugar de la diócesis. Nos propusimos un lema: prohibido rendirse. El esfuerzo de los voluntarios se ve en los resultados, todo lo que puede hacer es por la ayuda y la providencia. Se trata de dar esperanza a los más necesitados, de darle ayuda material y algo más: que vean que alguien se ocupa de ellos.

–¿A qué cantidad de personas llega la ayuda en Rosario?

–Entre los 700 a mil voluntarios que hay en Rosario, entregamos por mes unos 20 mil bolsones de mercaderías que contienen entre 7 u 8 artículos. Si lo multiplicas por tres personas, llegarán a unas 60 mil personas asistidas. Cada Cáritas parroquial atiende a sus propios fieles y son más de 100 mil personas que se asisten por mes.

Se viene una nueva edición de la colecta anual de Cáritas el 7 y 8 de este mes.

–¿Cómo es la respuesta de la sociedad, es realmente solidaria?

–En general es solidaria. Pero no escapamos al clima de época, violento y con muchos prejuicios y anteojeras. Están los comentarios de que el pobre es pobre porque quiere, le gusta y no quiere trabajar. De cada 10 personas que vienen a pedir ayuda 8 quieren trabajar, están una posición desesperante y no quieren aprovecharse de nada. Con 8 o 9 artículos que le damos nadie puede vivir con eso o se va a hacer rico. La gente es solidaria, pero a algunos les cuesta comprender y buscan explicaciones donde no la hay, parece que los pobres son culpables de la pobreza y en realidad son la consecuencia de la pobreza. Nos hace falta crecer bastante y entender que el otro es un ser humano, sufre y está necesitado.

–¿Trabajan en coordinación con otros movimientos religiosos?

–Tenemos un trabajo coordinado mediante la mesa inter-religiosa, la caridad no se agota en la Iglesia Católica y no competimos con eso. Tenemos reuniones, coordinamos tareas puntuales. La presencia de la Iglesia es más capilar, no hay lugar donde no haya una parroquia y una Cáritas. Hay hermanos evangelistas que se acercan a pedir ayuda, nadie pregunta de dónde vienen. Valoramos mucho el trabajo de otras iglesias y estamos en comunión.

"Nos propusimos un lema: prohibido rendirse", confió Monte sobre los voluntarios de Cáritas.

Crecimiento de la demanda

–¿Aumentaron la asistencia y la demanda por ayuda?

–El aumento de la asistencia depende de los presupuestos. Por su parte la demanda aumentó bastante en los últimos años. También hay mucha gente que viene y se va sin la ayuda que necesita. Es que creció la cantidad de gente en situación de calle, por ejemplo en mi parroquia (San José Obrero, de barrio La Florida) tengo una ducha donde vienen 30 personas y cada vez que abrimos vienen más mujeres. Es incesante la llegada de personas que vienen a pedir ayuda, no se puede cuantificar. Pero el número no ha disminuido, estamos igual que a principios de año. No hemos visto merma alguna en la cantidad de personas que vienen a solicitar ayuda a pesar que los índices de pobreza disminuyeron según dicen.

–¿En cuánto aumentó la demanda en comparación con años anteriores?

Desde hace 2 o 3 años, la asistencia aumentó un 40 a 50 por ciento. El fenómeno que se ve es que los jubilados y personas con empleo y con un salario mensual también necesitan ayuda. La asistencia no sólo es a las personas que no tiene empleo sino también a abuelos y trabajadores en blanco que no le alcanza. Cayó la inflación, pero los ingresos no acompañaron y se ve una merma del poder adquisitivo de las personas.

–¿Cuál es el perfil social de los que piden ayuda?

–Son los que viven de changas porque ese sector está muy afectado y son los más complicados. No les alcanza para llegar a fin de mes. En Cáritas diocesana (Balcarce al 1000) coordinamos ayuda a las parroquias para que cada uno vaya al lugar que le corresponde y no atendemos a personas individuales. Sin embargo, con la directora decidimos que nadie se vaya con las manos vacías y entregamos dos artículos porque desalentamos a que vengan al centro. Pero igualmente caminan hasta 7 u 8 kilómetros para buscar un paquete de yerba.

El padre Fabián Monte.

–¿Qué ayuda estatal se ha recortado?

–Los convenios con los Estados provincial y nacional se han actualizado no en la proporción de lo que había, quizás en Provincia un poco más. Las ayudas a movimientos sociales y otras organizaciones se cortaron y eso repercute en el resto de los que podemos ayudar. Hubo comedores o centros comunitarios que se organizaron durante la pandemia y eso también se cortaron. Otro que se cortó desgraciadamente es el plan de urbanización de barrios populares.

–¿No hubo mejoras de ningún tipo?

–Es cierto que en términos generales la baja de la inflación produjo una tranquilidad, pero bajaron los ingresos o quedaron atrasados. Fíjate los cartoneros, ahora el cartón no vale nada y era una fuente de ingreso. Cuando baja la inflación impacta sobre la pobreza pero necesitamos que se recupere el nivel adquisitivo, que puedan llegar a fin de mes y comprar mercaderías que a pesar de que no aumentan sigue siendo caras.

–¿Qué falta?

Generar puestos de trabajo. La ayuda es provisoria, nadie puede vivir de la caridad, no es digno, ni pretendemos eso ni nos gusta. Nos acusan (a la Iglesia) de pobrismo, nosotros estamos para ayudar a los pobres y no para existan o se reproduzcan. Lo que hay que hacer es generar empleo para que se puedan ganar el sustento. Sé que es fácil decirlo, pero hay que mejorar el poder adquisitivo de las personas, incluso a los que tienen trabajo. En Cáritas capacitamos, tenemos planes de asistencia y contención de los jóvenes. Son herramientas para futuro para que los jóvenes estén ocupados y no estén todo el día en la calle a merced de los peligros.

–¿Cómo ve la situación en los barrios en materia de consumos y adicciones a las drogas?

Los lugares que deja el Estado, lo ocupan las bandas, ante la necesidad muchos recurren a eso y es muy difícil salir. Empezamos por la comercialización y después las adicciones, es un círculo vicioso y dañino que daña el tejido social. Empiezan a depender de eso, consiguen dinero para consumir, es la pérdida del sentido de las cosas por esa la desproporción en el nivel de violencia de los delitos que vemos.

–¿Estamos mejor en materia de seguridad?

-No puedo juzgar con lo que veo solamente. En los barrios se ve más presencia policial y cuando falta recrudece el delito. Estamos algo mejor, pero falta mucho. Se siente más tranquilidad, pero estamos lejos de la panacea.