Miles de mujeres, diversidades e infancias marcharon este 3J en el centro rosarino, perpetuando el reclamo de frenar las violencias por motivos de género, cuya máxima expresión es el femicidio, o sus variantes homo/lesbo/transfemicidio. Pero no fue una marcha más: al cumplirse una década del despertar de conciencia ciudadana bajo la expresión “Ni Una Menos”, cabe su revisión, en este tiempo que las políticas de Estado nacional son de recortes hacia los derechos de mujeres y diversidades.
“Ni Una Menos” se replicó este martes a lo largo de las cuadras teñidas de violeta (color que distingue el reclamo contra la violencia machista) de calle Santa Fe, que unían las plazas 25 de Mayo y San Martín a lo largo de la marcha. En las redes se recordaba que la frase que dio nombre al movimiento fue creada por la poeta mexicana Susana Chávez, quien nunca conoció el eco de sus palabras, porque murió asesinada por tres hombres en 2011. Esa frase que designa hace diez años a este reclamo heterogéneo y transversal, fue el denominado “en simultáneo con el femicidio de Chiara Páez, en esos días lamentábamos un juicio vergonzoso por el caso de Lucía Pérez”, recordó Gabriela Sosa, directora ejecutiva de Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá nacional).
Sosa destacó que “hace unas semanas desde el Gobierno Nacional terminaron de eliminar todos los programas para la prevención y asistencia a las víctimas”. Sería una noticia muy feliz si la causa de esa desfinanciación fuera que dejaron de existir los femicidios. Pero, según el observatorio que se consulte, una mujer o disidencia muere hoy en Argentina, a 10 años de 3J, cada 29 horas, cada 30 horas o cada 33.
Aún no eran las 17, pero los bombos y redoblantes se escuchaban desde la peatonal Córdoba, cuando arribaban familias enteras, grupos de pibas, jóvenes trans. Junto a la ligustrina hacia el centro de la plaza, abuela, hija, nieta y bisnieta bebé, todas con el rasgo de ojos negros achinados, aguardaban cruzadas de piernas. Y los vecinos de barrios originarios se congregaron en la esquina del correo con banderas whipalas enormes a la espera de marchar.
Pasadas las cinco y media, la marcha comenzó en la esquina de Santa Fe y Laprida, al ritmo de las percusiones. “Yo era de las que decía: si me pasa, me voy a la primera. Cuando me pasó, no podía”, rezaba un cartelito colgado de la mochila de una adolescente. “Que arda el patriarcado, no el humedal” y “ Somos el grito de las que ya no están”, eran otros de los mensajes plasmados en pancartas, y las que más se repetían eran la de reclamo de cumplimiento de la ley por educación sexual integral (ESI), para prevenir la violencia machista.
Detrás de la bandera que le llaman “barredora” que comanda la movilización como cada vez, era otra la bandera que llama la atención: es una larga bandera blanca que se instala como un tajo de herida abierta. La bandera, más que bandera, era un papiro donde se anunciaban los 2.957 femicidios a lo largo de estos 10 años, con el nombre de cada una de ellas escrito en negro, y donde también aparecen nombres de los hijos y las hijas fallecidas por femicidio vinculado.
Esta ocupaba una cuadra entera, y marchaba primero, antes de bailarinas y percusionistas del colectivo Samba Reggae, de las pioneras en la lucha (Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito), y de los dos grandes bloques de organizaciones: el primero, compuesto por las organizaciones lesbotransfeministas, y el segundo conformado por organizaciones acompañadas por varones.

Por su largo impresionante, la bandera con los nombres la llevaban entre unas 100 personas de las diferentes organizaciones, y adelante de todo, la llevan los familiares de las fallecidas Jessica Olivera, de Daiana Cappacio y de Vanesa Celma, entre otras. Laura Del Monte explicó a Rosario3 que “la propuesta de esta bandera para visibilizar y dimensionar la falta de casi tres mil mujeres fue de la comisión de cultura de la Asamblea Lesbotransfeminista, donde se llevó la propuesta y fue definida entre todas”.
Eva Domínguez es una de las militantes que hace más años reclama justicia por las mujeres que perdieron la vida por la violencia machista. Desde que su cuñada Vanesa Celma fue asesinada prendida fuego por su pareja en 2010, comenzó su pedido de justicia, ya que la causa fue cerrada como “muerta en un incendio accidental”. Vanesa tenía 27 años y estaba embarazada de su segunda hija. Fue internada de urgencia y la bebé nació en una cesárea. Pero ella murió cuatro meses después, por la gravedad de las quemaduras. Su causa tuvo justicia recién en 2023, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA) que analizó el caso, determinó el femicidio.
“Fue una lucha buscada y ganada, pero hay que seguir luchando por Vanesa y por las que no tienen voz. Ella es mi ángel que me motiva para pedir justicia junto a otros familiares. Ahora su hija Malena va a cumplir sus 15 años, y fue criada con amor por su familia”, dijo Eva Domínguez, mientras marchaba sosteniendo la bandera junto a los demás familiares de víctimas.
“Marcho porque estoy viva y no sé hasta cuándo”, decía con mayúsculas el cartel pequeño de una joven, decorado con un marco de brillo plateado alrededor. A lo largo de las cuadras las columnas marcharon con tranquilidad entre humo violeta y verde, hasta el frente de la Gobernación provincial en la plaza San Martín.

La conciencia estudiantil para un futuro sin violencias
Entre las largas filas de agrupaciones se destacaba la de la Federación de Secundarios de Rosario por sus cánticos entusiastas. Una adolescente marchaba detrás del gran cartel, con el suyo más chico que rezaba: “Quieren callarme, pero nací gritando”. Pero la columna más larga y populosa, a lo ancho y a lo largo de las cuadras, es la que iba atrás de todo, de los estudiantes universitarios nucleados en la Federación Universitaria Rosario (FUR). Decenas de jóvenes cantando con megáfonos “y dale alegría a mi corazón. La lucha va a ser de todas o no va a ser”. Flor del Alba Cruz es estudiante de Comunicación Social y expresidenta de la FUR, y explicó a este medio que para las estudiantes “no es un 3 de junio más: son 10 años de un movimiento que cuando empezó, muchos de nosotros recién terminábamos la escuela y la causa nos sensibiliza desde entonces. Reclamamos por los derechos de mujeres y de estudiantes, que el Gobierno Nacional nos puso como adversarios al frenar el presupuesto y el salario docente, afectando nuestros derechos. Vinimos organizadas con asambleas en cada facultad y movimiento político interclaustro, con la misma visión de defender una universidad pública solidaria, feminista e inclusiva con compromiso social”. En las escalinatas frente a la plaza, luego de la llegada de las columnas de la marcha, las referentes de la Asamblea Lesbotransfeminista de Rosario, a las 18.35, comenzaron a leer la proclama entre varias, donde entre otras cosas, destacaban: “Estamos acá por el pleno acceso a la salud sexual y reproductiva, con provisión de preservativos y anticonceptivos en todos los efectores de salud. Por la plena implementación de la ley de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. Contra el desmantelamiento de la Línea 144, la Línea 137 de Asistencia y Acompañamiento para víctimas de violencia familiar y/o sexual. Rechazamos enérgicamente el intento de eliminar la figura de femicidio del código penal. A una década del Ni Una Menos, nos desafiamos a construir otras formas de vida sin tolerancia con la crueldad. Vivas y libres nos queremos. La deuda es con nosotras”. En el marco del 10° aniversario del primer Ni Una Menos, por estos días se podrá volver a ver el documental ILEgal, estrenado el año pasado en festivales y en cine El Cairo, y creado por un grupo rosarino de realizadoras feministas. Un relato coral de cinco mujeres que abortaron, una médica y una militante por el aborto legal, donde se entrelazan las experiencias personales con el recorrido legal, sanitario y político en el país, desde antes del debate de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en diciembre de 2020, y después de su aplicación. Estefanía Andreotti es directora y coproductora del film, y recordó que la militante histórica de Rosario, Mabel Gabarra, historizó la lucha que llevaba 30 años. Y recordó luego: “La pandemia fue un escenario complejo para las luchas sociales, pero la ley del Aborto se aprobó. En 2021 seguimos filmando y en 2022 aplicamos a un subsidio de Incaa para el desarrollo del documental, ya que veíamos que los registros que teníamos tienen mucho potencial. Lo ganamos y con eso pudimos darle música original del film, y posproduccion de color y de sonido. El año pasado estrenó en festivales y recién este año estrena en los cines y plataformas. De esta manera, el film atravesó estos tiempos de crisis, pandemia, la ley del aborto y cambio de gobierno”. Andreotti finalizó entonces reflexionando: “El camino es resistir, sostener, no rendirse, incluso cuando tantas veces nosotras sentimos ganas de hacerlo por todas las dificultades que atravesamos en estos años con la película, con el arte quedando relegado, con el feminismo quedando a un lado. Al contrario, es justamente en esos momentos cuando el arte, la comunicación y lo colectivo se vuelven herramientas de resistencia”. El 13 de junio este film se podrá ver nuevamente en el cine público de calle Santa Fe 1120, y el mismo día estrena en la plataforma mexicana Nuestro Cine. Desde este martes 3 de junio está en Cineaparte (Perú), y con fecha a confirmar, en la plataforma pública Cine.ar (Argentina).
Un documental rosarino para ver en torno a la Ley ILE