Un joven de 18 años –vinculado, según la investigación, a la banda narco Los Menores– fue acusado como coautor del homicidio de Lucas Urrutia, de 28 años, quien fue baleado la noche del 5 de enero en un aguantadero de la zona noroeste de Rosario, en circunstancias que, siete meses después, comienzan a esclarecerse. Los indicios apuntan a un conflicto con un familiar directo de la víctima, que oficiaba de prestamista y, al menos en el momento del crimen, mantenía una prolongada enemistad con Los Menores, la entente criminal que, según fuentes oficiales, lidera el prófugo Matías Gazzani.
El imputado, llamado Junior Aquiles G., cayó el miércoles pasado en French al 5600 (ex 2500) y se convirtió así en el segundo detenido por el crimen de Urrutia. El primer sospechoso fue allanado por la Justicia de Menores poco después del homicidio: su celular fue hallado en la escena del crimen, ya que se le cayó al momento de escapar.
A partir de declaraciones recolectadas por la fiscal Marisol Fabbro, se supo que esa noche de verano Lucas Urrutia regresaba a Rosario tras pasar el día en un pueblo de la región donde su familia tiene una casa de fin de semana.
Viajaba en un Siena gris junto a su hermana, una amiga y un amigo, cuando recibió un mensaje que lo convocaba a una vivienda de Mateo Booz al 9000, una callejuela cercana a Calasanz (prolongación de Mendoza), también al 9000.
Supuestamente, lo llamaban para “cobrar un dinero”. Sus acompañantes se inquietaron: no estaban al tanto de ese recado, desconocían la zona y sabían que Urrutia atravesaba un grave problema de adicción. Mucho menos sabían que la vivienda en cuestión había sido allanada en más de una ocasión como reducto vinculado a bandas criminales.
Lo cierto es que esa noche, alrededor de las 21.15, el Siena deambuló por la zona y terminó estacionado frente al domicilio de Mateo Booz 9013. Al poco rato, en un clima tenso, aparecieron dos jóvenes que invitaron a Urrutia a pasar. Dos minutos después, desde el interior del auto, los acompañantes escucharon una especie de tumulto, un grito de “¡no!” y, acto seguido, una detonación. Escaparon en el vehículo y regresaron a los pocos minutos: encontraron el cuerpo de Urrutia tirado en la puerta del aguantadero. Los dos celulares que llevaba –uno de su madre y otro de un amigo– habían desaparecido.
La investigación tuvo un golpe de suerte desde el inicio. A uno de los homicidas se le cayó un teléfono que fue hallado por una familiar de la víctima y luego entregado a la Policía y a la Fiscalía.
Aunque el aparato estaba bloqueado, en la pantalla de notificaciones se leían mensajes como “son dos chicas y dos chicos, hacelo a lo macho”. En el fondo de pantalla, los testigos reconocieron la foto de uno de los atacantes. Esa persona, identificada como Brian Nahuel P., fue detenida poco después. Tenía 17 años al momento del crimen y actualmente se encuentra a disposición de la Justicia de Menores.
La información obtenida del celular de Brian se sumó a un llamado anónimo al 911 y a otros peritajes que, la semana pasada, derivaron en la detención de Junior Aquiles G. en Empalme Graneros. El lugar allanado, además, figura mencionado como búnker de drogas.
En esa redada de la Policía de Investigaciones (PDI) también cayó Brian V., de 21 años, sospechado de haber acompañado al menor en la escena del crimen, pero días atrás fue desvinculado tras una rueda de reconocimiento.
Según un testimonio anónimo, Junior Aquiles G. sería uno de los cabecillas de la Banda de los Menores –al menos en Empalme Graneros– y, desde un lugar cercano al aguantadero, habría sido quien instó a matar a Urrutia a través de los mensajes enviados al teléfono de Brian P. Todo el plan quedó al descubierto gracias al celular que los homicidas extraviaron en la escena del crimen.
El móvil del homicidio no estaría relacionado directamente con la víctima. Según su entorno, Lucas Urrutia no tenía conflictos personales ni vínculos con bandas delictivas, pero un familiar directo –según la investigación– se desempeñaría como prestamista y mantendría lazos con personas enfrentadas al grupúsculo de Los Menores.
“Llevaba un estilo de vida muy ostentoso: autos nuevos, cadenas de oro, lanchas... todo muy raro”, señala una declaración reservada sobre este supuesto enemigo de Los Menores, cuyo nombre apareció en dos ataques a balazos contra una gomería ubicada en Seguí e Iriondo a fines de 2023 y comienzos de 2024. Uno de esos atentados resultó fatal: la víctima, Ramón de la Cruz, un hombre de 55 años que estaba en el lugar, fue utilizado como buzón de un mensaje mafioso.
En el caso de Junior G., tras escuchar las evidencias presentadas por la Fiscalía el juez Aldo Bilbao Benítez dispuso la prisión preventiva sin plazos por homicidio simple agravado por ser cometido con arma de fuego en grado consumado en calidad de coautor, agravado por la participación de un menor de edad, en concurso real con el delito portación de arma de fuego de guerra.