“Tiene manos de marfil, y teclados de Taiwán, un chico conectado con la ciencia. Busca aliados de jazmín y una daga de metal y tiene apuro y a la vez paciencia. Tiene un radio, para vivir. Para vivir”.

(Charly García, Total Interferencia. 1984)

Jacinta recorrió Barcelona buscando comprar una radio a pilas. Fue a varios lugares en medio de una multitud alterada en sus calles y no tuvo éxito. Las radios a pilas se agotaron en pocos minutos. Le faltaba el aire y estaba sola, sin señal del móvil, lejos de su familia, aterrada y con muchas ganas de llorar. 

El lunes una parte de Europa se volvió sombra, una escena planeada en algún film distópico. En segundos, las ciudades de España dejaron de ser ciudades y se transformaron en escenarios extraños, ajenos, silenciosos y, sobre todo, oscuros. Jacinta Montaldo, argentina radicada hace años en Cataluña, fue una de las tantas que vivieron en carne propia el apagón energético que dejó sin electricidad a todo el país. 

Lo que empezó como un corte de luz se convirtió rápidamente en otra cosa. En miedo. En desorientación. En esa inquietud rara que roza la idea imaginada de un comienzo del fin del mundo. “Fue como volver al primer día del Covid. Esa sensación de no saber nada, de no tener a dónde ir, ni cómo volver”, dice. 

Estaba en la oficina cuando se cortó todo. Primero creyeron que era algo menor. Pero los celulares empezaron a fallar. No había señal. No había red. “Enseguida entendimos que no éramos nosotros solos. Se estaba apagando Madrid, se estaba apagando Portugal. Sentimos que se estaba apagando el mundo”.

España restableció totalmente el suministro eléctrico tras el gran apagón del lunes en la península Ibérica, cuyas causas aún se desconocen (Efe).

Y ahí, el mundo exterior era otro. Gente corriendo, filas interminables de colectivos que no llegaban a ninguna parte, bocinazos sin semáforos, rostros tensos, con preocupación y miedo celulares levantados como cruces sin poder, intentando atrapar alguna señal. “Era como deambular en una ciudad rota, tratando de encontrar un lugar seguro. Pero no había. La ciudad estaba abarrotada de gente queriendo volver a su casa… sin saber cómo. Sin saber si iban a poder.”

La escena urbana fue tomando un tono apocalíptico. “La gente preguntaba en voz alta: ‘¿qué colectivo me lleva a mi pueblo?’ Y nadie tenía respuestas. Sin celulares no sabían cómo salir de la ciudad. No podías pagar, no podías llamar, no podías ni tocar el timbre de una puerta. Las personas contaban monedas en las veredas. Las radios a pilas volaron de los estantes. Y ahí, en medio de tanta tecnología que dejó de funcionar, la radio fue la única voz que seguía hablando”.

Un chico en el supermercado le dijo que había escuchado en la radio del auto que en Andalucía la luz había vuelto. Fue la primera noticia que tuvo del mundo exterior. "La radio fue lo único que funcionó. Un objeto de otra época, pero en ese momento, lo único que daba alivio. No necesita de energía eléctrica en la recepción de las noticias”.

España, Portugal y parte del sur de Francia sufrieron este lunes un apagón generalizado (Efe)

La noche cayó sin electricidad. Jacinta hizo lo que pudo: velas, comida comprada a las corridas, y un asado improvisado con su pareja en un balcón de Barcelona. Pero el silencio pesaba. “No sabíamos nada. Se hablaba de ciberataques, de sabotajes. De Trump. De lo que fuera. El miedo se sentía en la piel”.

A la mañana siguiente se levantaron con energía en la ciudad, volvió la señal, volvió la rutina. Pero algo quedó flotando en el aire. “Dependemos de todo. De un enchufe, de un chip, de una pantalla. Sin eso, no somos nadie. No sabemos ni volver a casa.”

Y por un momento, solo por unas horas, esa parte de Europa fue un continente a oscuras. Si acaso alguien en su delirio hubiera imaginado un experimento social, ese momento sería un fuerte reflejo. ¿Cuánto somos sin esa corriente eléctrica que mantiene viva nuestro mundo? Y en el centro de ese apagón, una mujer contando velas, buscando radios, mirando las calles llenas de personas que caminaban como fantasmas, intentando volver a un lugar que ya no parecía el mismo.

Bienvenidos al futuro, un lugar sin radio a pilas.