La neurociencia y la psiquiatría aún comprenden poco sobre la actividad cerebral que da origen a las emociones, cómo impulsan y hasta cómo puede enfermar a las personas. Sin embargo, una reciente investigación proveniente de Stanford Medicine (Estados Unidos) reveló que estímulos negativos breves pueden generar patrones emocionales prolongados en el cerebro. Esto contribuye a comprender cómo se forman ciertos estados emocionales duraderos.
El trabajo, publicado en Science, forma parte del proyecto Circuitería Neural Humana de Stanford Medicine descubrió por medio de mediciones cerebrales, que tras un estímulo desagradable breve (como puede ser una ráfaga de aire en el ojo), el cerebro activa una segunda fase de actividad emocional que se prolonga más allá del estímulo inmediato.
Dicha persistencia emocional podría ser clave en cómo el cerebro generaliza respuestas protectoras a futuras amenazas. Si esta fase se acorta o se alarga en exceso, podría alterar el equilibrio emocional y favorecer trastornos neuropsiquiátricos.
Y, si bien las conclusiones de la investigación se centraron en respuestas a experiencias sensoriales negativas, los científicos creen que el patrón hallado también puede presentarse en experiencias positivas.
El rol de las emociones
"Las emociones integran grandes cantidades de información y generalizan el comportamiento más allá de las reacciones reflejas inmediatas”, explicaron. En este aspecto, generar patrones duraderos de comportamiento ante un estímulo negativo requiere un tiempo para que las estructuras cerebrales ampliamente distribuidas se comuniquen de forma persistente.
“Ajustar la escala temporal de esta comunicación neuronal podría ser un aspecto clave para el funcionamiento del cerebro”, añadieron. Sin embargo, aún se desconoce qué establece esta propiedad cerebral o cómo podría variar a través de distintos estados emocionales que pueden tener distintas funciones adaptativas.
Este proceso puede equipararse al pedal de resonancia del piano, el cual prolonga la duración de notas tocadas brevemente. Por este motivo, una duración demasiado corta o larga de esta comunicación cerebral podría contribuir a trastornos neuropsiquiátricos caracterizados por disfunción emocional.
El ojo como puerta al cerebro
Para llevar a cabo el experimento se adoptó un enfoque comparativo basado en la evolución. Ratones y humanos comparten un ancestro común de hace 70 millones de años. Los científicos se centraron en los principios clave compartidos y analizaron los patrones ante un mismo estímulo generador de emociones, medible de la misma manera y sincronizado con conductas rápidas.
El estímulo desagradable al que estarían expuestos los participantes debía ser seguro, reproducible y aplicable a humanos y ratones. Por ese motivo, escogieron un dispositivo utilizado por los oftalmólogos que genera pequeñas ráfagas de aire en el ojo para medir la presión ocular.
Esta herramienta permitió seguir con precisión el tiempo, duración e intensidad del estímulo, descrito como molesto, desagradable e incómodo por los participantes. Lo que querían demostrar era que “una serie repetida de eventos negativos puede influir en el cerebro para guiar el comportamiento futuro”.
Para registrar la actividad cerebral, el equipo recurrió a personas hospitalizadas con epilepsia severa que ya tenían electrodos previamente implantados por razones clínicas. Estos pacientes, confinados durante una semana mientras se monitoreaban sus crisis epilépticas, aceptaron participar voluntariamente en el estudio.
Trastornos neuropsiquiátricos
“Nuestro trabajo sugiere que las alteraciones en el acoplamiento de la red podrían tener impactos en la persistencia de los estados emocionales, incluyend. síntomas emocionales negativos”, explicaron.
En este aspecto, esto podría vincularse a, por ejemplo, que “las personas con esquizofrenia reportan una percepción de control ajeno, en lugar de autogenerado, sobre sus acciones”.
Por otro lado, la alteración del ritmo de la segunda fase de la actividad cerebral podría dar lugar a estados cerebrales excesivamente estables, como los que ocurren en personas con trastorno de estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión o trastornos alimentarios.
En tal sentido, plantean una cuestión interesante: “¿Podría un estado cerebral hiperestabilizado ser responsable de la dificultad para seguir información que cambia rápidamente, como ocurre con el autismo?".
Estas son posibilidades que el equipo está explorando: “Es asombroso lo que un análisis imparcial del cerebro puede revelar, especialmente con la tecnología adecuada y a lo largo de millones de años de evolución”.
Además, los factores individuales “parecen ser relevantes para la expresión del estado emocional, lo que podría ayudar a explicar las diferencias individuales en el desarrollo de trastornos, junto con diferentes experiencias de vida, que pueden alterar la interpretación o el impacto de los estados emocionales”.
Fuente: SINC.