El mismo día en que el Fondo Monetario Internacional (FMI) proyectó que la Argentina crecerá un 5,5% en 2025, superando ampliamente el promedio mundial del 3%, el ministro Luis Caputo debió enfrentar otra durísima licitación de deuda en pesos en medio de crecientes tensiones financieras. Para evitar una nueva corrida contra el dólar y tratar de absorber parte de la liquidez liberada tras el abrupto final de las Lefi, el Gobierno convalidó tasas que alcanzaron hasta el 65,3% anual, una de las más altas desde el inicio de la gestión libertaria.
En la colocación, la Secretaría de Finanzas logró captar $9 billones frente a vencimientos por $11,8 billones, dejando flotando unos $2,8 billones (equivalentes a US$2.150 millones) y todo con títulos a cortísimo plazo. Pero el alivio fue solo momentáneo: en agosto vencen $38 billones más, una cifra que vuelve a encender luces rojas en un contexto de fragilidad estructural y creciente dependencia del mercado de deuda local.
La estrategia oficial fue nuevamente patear vencimientos a corto plazo con instrumentos como Lecap, Boncer, Dollar Linked y Lelink, muchos de ellos con plazos tan breves como 17 días. El resultado: se logró descomprimir la jornada, pero se profundizó el apalancamiento del Tesoro, que ahora ofrece tasas positivas muy por encima de las del BCRA, duplicando en muchos casos el rendimiento de los plazos fijos, que rondan entre 35% y 41,5%.
En el mercado cambiario, mientras el dólar oficial alcanzó los $1.305,05 —máximo histórico—, el blue cotizó en $1.340 en Rosario, el MEP bajó a $1.292,77 y el contado con liquidación (CCL) a $1.296,66. A pesar de no haber intervención formal del Banco Central, las reservas internacionales subieron en US$1.098 millones. ¿Por qué? Aún no se sabe si ingresaron fondos del Banco Mundial o si los exportadores comenzaron a liquidar divisas tras el recorte de retenciones.
En simultáneo, los bonos argentinos registraron una leve baja promedio del 0,3%, mientras el riesgo país retrocedió 15 unidades, cerrando en 719 puntos básicos. A contramano, la Bolsa porteña voló un 4%, con ADRs argentinos subiendo en bloque entre 1% y 9%. En medio de la incertidumbre, los grandes jugadores financieros esperaron hasta último momento para entrar a la licitación, como si apostaran su última ficha.
Más allá de los movimientos financieros, hubo noticias clave en otros frentes. Por un lado, Argentina exportará por primera vez maíz a China, abriendo un mercado que venía trabado por restricciones sanitarias. Por otro, Manaos confirmó la compra de Cunnington y Neuss por US$74 millones, consolidándose como el mayor grupo nacional de bebidas y apuntando a disputar el liderazgo con multinacionales como Coca-Cola y PepsiCo.
En el plano bursátil, la Comisión Nacional de Valores (CNV) habilitó el ingreso de cinco nuevos ETF al programa de CEDEARs, incluyendo opciones sobre petróleo, tecnología y criptomonedas, lo que amplía el menú de inversión local en activos globales y da más herramientas al pequeño inversor argentino para diversificar sin salir del país.
En los mercados internacionales, el trigo cayó fuerte en Chicago, pero en Rosario, la soja subió a $360.000 y el trigo a $260.000 por tonelada, apoyado por la mejora en precios internacionales tras las tensiones en el Mar Negro.
Por último, en los tribunales de EE.UU., la jueza Loretta Preska ordenó revelar los chats entre Caputo y Sergio Massa en el marco de la causa YPF, una bomba de tiempo judicial que podría tener efectos colaterales tanto en la política como en la credibilidad de la estrategia energética del país.
En resumen, mientras el mundo celebra las señales de crecimiento y los bancos de inversión vuelven a mirar con buenos ojos los papeles argentinos, la economía real sigue navegando aguas agitadas: deuda creciente, tasas altísimas, dólar controlado artificialmente, y una política económica que sigue sin despejar del todo sus zonas más oscuras.
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